Clase 4
14 de junio de 2012
Roberto Ferro: Pienso que en un curso que está centrado en algunos de los textos de Cortázar, reflexionar sobre el pasaje es obligado. Y en lugar de reflexionar, me parece que estas entradas son un buen momento como para que circulen modos de acercarnos de otra manera. Cada curso es distinto por un conjunto de razones, pero básicamente, desde mi perspectiva y mi experiencia, a veces se produce una sintonía en el grupo que se manifiesta en un gesto dominante, que en este grupo es cierta retracción, hay como una actitud de retención. Se trata de una escucha amable, cálida, muy productiva, pero por ejemplo se ve un notable silencio en relación con los mails. No hay consultas, lo que es habitual en otros cursos. Y ahora los igualo porque estoy hablando de cursos aquí en el Malba. Ese es un rasgo, es una característica que estaría definiendo como un primer movimiento de la acumulación por parte de los que asisten. Podríamos decir que la cuestión está centrada en la acumulación. A partir de esas sensaciones y notas que uno va acumulando de clase a clase (sería imposible dejar todo librado a la espontaneidad), me pareció que, teniendo en cuenta que en nuestra última clase habíamos abordado la cuestión del ‘tablero de dirección’, un elemento que está en íntima relación con el modo en que el texto se vincula con el lector. No es habitual. Siempre los textos tienen gestualidades a partir de las cuales sitúan al lector en un determinado lugar y le proponen pactos o complicidades para producir sentido. Pero en el caso de Rayuela, hay una cuestión explícita allí, y se habla del “tablero”.
Nosotros habíamos hablado del texto como máquina. Entonces, me pareció que yo podía comenzar con una reflexión acerca de lo que significa enseñar literatura. Porque no tenemos por qué esquivar el centro de la cuestión. Este es un curso en el que la propuesta es ubicar a Rayuela y reflexionar sobre este texto en esos términos. Y a mí me parece que básicamente enseñar literatura es transmitir un entusiasmo. Esto supone descolocar una falsa disyunción que opone placer a conocimiento. Desde ya les digo que para mí la lectura literaria es un placer difícil. Esa disyunción que opone placer a conocimiento es algo que quiero puntualizar porque me parece importante y decisivo no menoscabar la emoción, para preguntarse entonces por lo que actúa en ella para producirla. Un lector de Rayuela –como también un lector de otro texto, pero ahora hablamos de Rayuela– se conmueve. El movimiento, la búsqueda, mi interés, es indagar acerca de los procesos textuales y constructivos a partir de los cuales el texto conmueve al lector. De ahí que la propuesta implica alentar el placer de internarse en los textos para indagar sus condiciones de funcionamiento. La actitud crítica anti-analítica, finalmente oculta el proceso de producción constructiva de los textos. Mi propuesta supone enseñar el asombro, pero correlativamente mostrar el objeto que puede provocarlo. Entusiasmo y asombro, provocados por la reflexión teórica, son los parámetros de un placer difícil; como es posible pensar la lectura, y de ese modo, oponer a la literatura, pensada como objeto de consumo, a su integración, es decir, oponer a la literatura pensada como objeto de consumo, y de esta manera separarla, escindirla un poco de la cultura de la mercancía. Esto lo decía yo, porque es una preocupación mía constante. Digamos que cuando una preocupación es constante, puede ser una obsesión; la obsesión es cómo están leyendo los textos. De pronto, esta escena: yo estoy acá, levanto la vista y veo algo así como un grupo de rostros y de caras, y en la medida de lo posible y en la medida que me permite mi visión, yo trato de escrutar las caras; buscar qué está pasando, cómo va mi discurso. Esto es un diálogo, y la preocupación mía es llamar la atención sobre modos de leer uniforme. Eso es una enorme dificultad. Yo podría contarles una anécdota, que es lo que yo llamo ‘mito berreta’. En la época en que yo era un poco más joven de lo que soy ahora, los modos a partir de los cuales había posibilidades de establecer una ligazón con las muchachas era en los bailes. Nosotros teníamos un amigo que solamente sabía bailar paso doble, es decir que tenía que esperar que hubiera paso doble para poder sacar a bailar a la chica que él quería. Pero era muy cuidadoso, nunca bailaba ni boleros ni tangos como el paso doble. Leer también es una cuestión de actuación y de interpretación. Cada texto tiene una musicalidad distinta. Por lo tanto, la preocupación es: atención, revisen la máquina de lectura a partir de la cual están interpretando el texto. Porque puede ser que estén leyendo un texto a partir de una poética diferente. El espacio de lectura es un espacio de producción muy fuerte, yo diría que es un espacio considerable. Alguna vez yo he definido la literatura, con tres cuartas partes de atrevimiento y una cuarta parte de ironía, como un espacio en el que todos leen y algunos escriben. Entonces, está esa primera cuestión: yo tengo que indagar en el texto a ver cuáles son las marcas que ese texto me propone para leerlo. Luego, un epígrafe, una cita de Borges:
¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las Mil y Una Noches? ¿Por qué nos inquieta que Don Quijote sea lector del Quijote y Hamlet espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los personajes de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podríamos ser ficticios.
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